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La Vanguardia
Aquí arriba todo va bien

T odo va bien. Aunque la organización ya reconozca que "la cifra de abonos vendidos no alcanzará el aforo total del recinto" --las últimas cifras hablan de un total de 21.408 personas--, Jordi dice que todo va bien. "El único mal rollo es el polvo que se levanta aquí a veces. Yo no sé si es que no riegan o qué va bienpasa", afirma este aficionado.
Quien también asegura que todo va bien es Joan Barios, vicedelegado del Gobierno en Lleida. "Normalidad total en el consumo de drogas", manifestó en su comparecencia ante la prensa, ayer por la mañana. Tras las carcajadas de los periodistas, el delegado se apresura a explicar el verdadero sentido que quería dar a sus palabras: no se ha detectado tráfico de drogas en el Doctor Music Festival.
En cifras, el parte de incidencias se limita a "un delito, tres faltas, y treinta infracciones", de las que 29 tienen que ver con los estupefacientes. Todo va bien para quien quiera apuntarse a este circo a última hora: hoy domingo se ponen a la venta 3.500 entradas al precio de 6.000 pesetas, con Deep Purple presidiendo el cartel. Todo va tan bien que hasta se ha pasado por aquí el conseller de Governació, Xavier Pomés.
La noche del viernes, Jordi se fue con Luz a lo de Daniel y la Quartet de Baño Band. La carpa, relatan, rebosaba de peña subida en las sillas. Este amigo habla de grupos como Slayer, Mamá Ladilla o Mojinos Escozíos, y se ríe del rollo de las "tribus". "Yo soy indio, ¿sabes?: me da lo mismo mezclarme con un tío con cresta que con un pelao." En cuanto a la estrella del día, Bob Dylan, nuestro interlocutor nos aseguraba que no pensaba perdérselo. Más o menos a esta misma hora --pasa de las cuatro y media--, por los radioteléfonos del área de producción circulaba la orden de despejar todas las rutas. Poco después llegaban tres "furgos" que se metieron directamente en camerinos.
Sin saber nada de todo esto, decenas y luego cientos de aficionados toman posiciones ante el escenario donde actuó el trovador de Minnesota. Gente como Joan-Ramon, que es de Tàrrega y dice poseer 48 discos de Dylan. De pronto, irrumpe en el espacio un camión de bomberos de los tiempos de María Castaña: se trata del Circ Crac, que, simulando unas maniobras rutinarias, aprovecha para regar a un personal que recibe con jolgorio el líquido elemento. Entre los nueve bomberos/payasos que refrescan los ánimos, un dylaniano de pro: Miquel Cardús, de 42 años, que cuando era un adolescente ya conseguía --vía Andorra-- discos del genio judío.
A las seis y diez minutos, alguien retira una valla del "dressing room": en esta camioneta negra con cristales tintados viaja Bob Dylan, con sus gafas oscuras de ribete blanco. Instantes después, el mítico cantautor ya está en el escenario. Entre quienes lo reciben con hurras está Julio, un extremeño de 45 años que ve "fenomenal" la mezcla de veteranos y jóvenes que aquí se vive. Jóvenes como estos muchachos que ven el concierto en primera línea, sobre contenedores de basura: visión privilegiada la suya. Jóvenes como su propia hija Laura, veinte años como veinte soles, que dice haber crecido escuchando a Dylan en casa. "Yo del techno paso " y cuenta que también sigue con entusiasmo las trayectorias de cantantes y grupos como "Richie Sambora, Reincidentes... y Alejandro Sanz, no te creas". Y su padre, al lado, sonríe bajo la gorra de AC/DC. -- DONAT PUTX

 

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