Crónica de un aterrizaje.
Dr. Music Festival
Ni estoy de vacaciones ni tengo un horario laboral inflexible, por lo que voy al Doctor Music Festival un viernes muy de mañanita, cuando más de 6.000 festivaleros ya han pasado su primera noche en Escalarre. Aún no son las siete de la mañana, pero el metro va recogiendo seres humanos adormecidos con botas de presnuta montaña, mochilas y sacos de dormir. Mira, ya no me siento tan solo y desgraciado como cuando ha sonado el despertador.
De manera más o menos organizada entramos en los correspondientes autobuses. Quiero dormir pero no puedo. Los asientos están especialmente diseñados para impedir el sueño a cualquiera, por más que haya empalmado la noche anterior. Ni tan solo la conducción lenta motivada por un atasco quilométrico consigue que ceremos el ojo. Y esa radio a toda pastilla con Radio Club 25.
Vale, pues no dormimos y contemplamos el paisaje. Pasan las horas y todo continúa muy plano. Somos ratas urbanas en busca de las alturas, el verde, la vaca blanca y negra con los tapones en las orejas... Pero aquí todo sigue siendo marrón y plano. Ostras, Cervera, qué bonito, tú.
Hacemos una parada y me clavan 160 pesetas por una ensaimada que... bueno... mal tampoco no estaba. Seguimos y cierro los ojos unos diez minutos por eso de la digestión de la pasta. Abro y... oh! sorpresa! Ya hay montañitas. Y lagos. Y un trenecito más que cascado. Y casitas del Pirineo con tejado de pizarra. Y curvas, pero pocas. Tremp, Gerri de la Sal, Sort... Nos vamos acercando, la gente nos mira como si fueramos los Vistantes del Espacio. Puede ser que seamos peores, ya se verá en los días siguientes.
El panorama es cada vez más pirenaico-pirenaico, llevamos cerca de cinco horas de viaje y nos empezamos a impacientar de verdad. La radio ya no suena. Una chica se ha levantado con cara de no poder aguantar más y le ha pasado al chófer una cinta de Bard Religion. Alguien está fumando un producto no homolago por Tabacalera por allí abajo. Nuestros olfatos lo detectan. Acaba Bad Religion y otro saca una cinta de ska. Vaya, suponemos que era de ska, pero la verdad es que no se oía casi nada. Le relevan los Pixies y todos somos un poco más felices. Pero más impacientes. Finalmente aparece el cartel: Esterri, un poco más allá una inmensa botella de Coca-Cola, a su izquiera un mar de tiendas, ritmos de bateria al fondo... Un mosaico de plástico y colores en medio de la montaña verde. Igual en otro momento me hubiera hecho daño a la vista y a la conciencia. Pero no ahora. Hemos llegado y nos lo vamos a pasar tope.
Quim Gil
Secció: Dr Music Festival
Data: 12 juliol
Contingut: comentari concert