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Cultura y Espectáculos

Tranquilidad, calor y todas las entradas vendidas en el Woodstock del Pirineo

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ESCALARRE, Ramon Súrio / Paz Echauz.- "No news, good news", reza el optimista aforismo inglés. Y hasta ayer a última hora de la noche, antes de que subiera al escenario David Bowie -hospedado muy probablemente en la Vall d'Aran-, todos los agoreros tuvieron que tragarse sus pensamientos. El Festival Doctor Music colgó ayer por la tarde el cartel de completo. Una nota de la organización cursada de la mejor manera posible ya que entre las imprevisiones cabe anotar la falta del prometido espacio para los profesionales de la información que deben "apañárselas" para efectuar su trabajo, avisaba que nadie sin entrada subiera hoy a la Vall d'Àneu, ya que las entradas estaban prácticamente agotadas, aunque las 25.000 personas no hubieran llegado todavía al festival.

Lo cierto es que la noche del jueves pilló por sorpresa a la organización, que no esperaba las casi ocho mil personas que llegaron con antelación "para cojer sitio". Para ellos fue la actuación de Australian Blonde, con mucho la más concurrida del festival hasta ayer al atardecer cuando empezaron a sonar El Inquilino Comunicta, Echobelly y más tarde Suede o Sepultura, prólogo a la presencia de la estrella invitada en la tierra, en el cielo había muchas, David Bowie, cuyo concierto comenzó ya pasada la media noche.

Nuestra torpeza para encontrar a tiempo la puerta Z de las acreditaciones periodísticas motivó la surrealista situación de tener que escuchar a Australian Blonde mientras deambulábamos como zombies nocturnos por la ribera del Noguera Pallaresa, cegados por el resplandor de de las numerosas linternas del torrente humano que circulaba por allí.

El consuelo fue desplazarse en coche hasta la carretera que une Esterri d'Àneu con la Vall d'Unarre para contemplar desde el mirador natural una vista panorámica de las sesenta hectáreas que ha "edificado" el Doctor Music Festival. La marea de lona que formaban las tiendas y las luces de las instalaciones daban el aspecto de una pequeña ciudad de la que emergían las pruebas de sonido del escenario principal.

Las dimensiones del recinto y el despiste de los recién llegados provocó numerosas colas y las consiguientes protestas de los espectadores sobre la falta de servicios Las primeras colas, de cualquier forma inevitables, fueron para entrar. A las diez de la noche la marea humana enfilaba las puertas paso a paso cargando con mochilas, sacos de dormir y mucha paciencia. Ya dentro, las colas se reproducían en las cabinas telefónicas y en los lavabos. Claro que, mientras la mayoría hacía cola, en otros lugares del recinto, cerca de los escenarios, donde en aquellos momentos se ultimaban los preparativos técnicos, otras cabinas y otras baterías de lavabos permanecían prácticamente vacías. La organización aseguraba que iba a remediar el tema. La mayor colam sin embargo, se producía frente al "banco" donde adquirir el "doc", la moneda de pago del festival. Un refresco o una cerveza, un doc, un bocadillo, dos docs y, en el supermercado, tres refrescos por dos doc, moneda que se cotiza a 150 pesetas.

Durante la mañana los espectadores se solazaron con la espléndida jornada climática escuchando a los grupos más noveles, los de casa, a los que tocó calentar los ánimos. Lo cierto es que Doctor Calypso, Els Encantats y Orange pagaron el peaje de telonear el festival convocando tan sólo una pequeña parte del público que prefería aprovisionarse en el supermercado o en los diferentes chiringuitos, identificados con el nombre de un músico célebre, reconocer palmo a palmo las instalaciones del recinto -el recorrido dura unos quince minutos- o charlar sobre el doc, un tema constante en cualquier conversación. Fue curioso escuhar al grupo de la comarca, Els Encantats de Esterri d'Àneu, pues aunque haciendo canciones que no son ninguna maravilla, mejoran mucho cuando se atreven con las versiones. Quiso la casualidad que la mejor de ellas fuera el "Ohio", que en su día hicieron famoso Crosby, Stills, Nash&Young.

A las cuatro de la tarde, con Ja t'ho Diré, el elemento musical adquirió algo más de presencia, aunque no sería hasta que el sol empezó a decaer y las luces de los escenarios atrajeron al público que el calor de la música reemplazó al astro rey. Aunque resulta difícil de calcular, las apreciaciones personales indican que la media de edad del público estará entre los veinte y los 25 años, aunque haya algunos grupos de jóvenes, de muy jóvenes -teóricamente mayores de 16 años- y, también, algunos núcleos de tribus urbanas que convivían amigablemente en los diversos espacios.

- Sábado, 13 de julio de 1996, p.42, Cultura y Espectáculos -

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