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La Vanguardia
Dylan conquista "La Vaca" con su viejo blues

RAMON SÚRIO Escalarre

Era la estrella más esperada del Doctor Music y lo cierto es que había razones para ello. El de Bob Dylan fue un triunfo por todo lo alto entre las cumbres de la Vall d'Áneu. Empezó con mal sonido y rodeado de un cuarteto formado por guitarra, bajo, batería y pedal steel. Entre el polvo y a contraluz, Dylan era apenas una mancha blanca pero firme, dispuesto a cumplir con la misión de revivir su mito. Y lo consiguió. Al segundo tema ya había mejorado ostensiblemente el sonido, que pasó de apagado a ser compacto y fuerte. Le tocaba el turno a las nuevas canciones, rugosas, áridas, nada complacientes y llenas de ponzoña en forma de rhythm and blues estratosférico, siempre con su voz nasal al frente.
Pasada la primera media hora eléctrica llegó el "unplugged". Guitarras acústicas y sonidos deslizantes que recordaban sus viejos tiempos de cantante folk pirado por Leadbelly. Era el blues de Memphis una vez más, pero qué bien sonaba. Dylan incluso presentaba a sus músicos, daba unos pasos de baile y parecía pasárselo en grande improvisando entre estribillos con sus amigos. "For ever young" (para siempre joven), cantaba, y por un momento pareció que el tiempo se había congelado realmente. Luego sonó "I shall be released" (seré liberado) y se nos puso la piel de gallina: ¡qué gran canción! Y con un "Highway 61 revisited" pasado de vueltas dio por terminado su concierto, pero faltaba el bis. Tres temas que se cerraron nada menos que con "Blowin' in the wind".
La noche del viernes, tras Garbage y Pulp, el gozo completo no llegó hasta el aterrizaje en el escenario de Espot de Beastie Boys, presentados como cabeza de cartel. El trío de raperos se dejó caer en Escalarre en el transcurso de una apretada gira europea --el sábado tocaban en Finlandia--. Pero Beastie Boys son bastante más que unos "bocas" con espíritu punk, y para demostrarlo se trajeron a una banda de acompañamiento con la que alternaban instrumentales de sabor "rare groove" y descargas rockeras de padre y muy señor mío que hacían subir muchos grados la fresca temperatura ambiental. Vestidos con unas batas azuladas de dependiente de ferretería, los de Beastie Boys evolucionaron como zombis. El público recibió con frialdad las partes más elaboradas del repertorio y con gran algarabía el hip-hop deslenguado de este trío de budistas vegetarianos.

 

Fiesta en las carpas dance

Portishead, debido a la caída del cartel de The Verve, pasaron de actuar en la carpa Phuture Club al escenario principal de Espot. Su música, intimista y sensual, no era la más adecuada para el espacio que se les destinó, pero calaron en el público porque sus melodramas futuristas tienen una consistencia a prueba de recintos. El grupo acabó aplaudiendo al respetable y hasta parecían alucinados por tocar delante de tanto y tan respetuoso gentío.
La auténtica fiesta del viernes en "La Vaca" empezó en las carpas dance a altas horas de la madrugada. Allí, el público sabedor y los mirones se dejaron llevar por las sabias manos de reputados "disc jockeys" y estrellas techno que han seleccionado los de Producciones Animadas. Deslumbrante fue la sesión de Jon Carter, un mago del freestyle. En su mezcla cabe desde bossa nova y batucada, hasta raggamuffin con la línea de bajo de "Fiebre del sábado noche", pasando por rock y big beat. Costó abandonar a un tipo tan creativo, pero al lado actuaba Kevin Saunderson, un technócrata de Detroit que presentaba su proyecto E-Dancer. Eran las seis de la madrugada y aún faltaba Josh Wink

 

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