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La Vanguardia
El endiablado calor de un atardecer de verano en el Doctor Music Festival

DONAT PUTX
Enviado especial

E ste caballero es uno más entre quienes se hallaban el viernes en el Doctor Music Festival, que había vendido 21.317 abonos a fecha de ayer. Viste camiseta sin mangas, y se pasea con una extraña bandera de fondo azul, a la que ha cosido con evidente falta de maña formas amarillas y blancas. ¿Y qué bandera es ésta, joven? "La bandera del ale-hop, que es tanto tu bandera como la mía", contesta. Bueno, lo cierto es que no faltan banderas coronando tiendas de campaña: las hay vascas y catalanas --con y sin estrella, señal de pluralismo nacionalista--, asturianas, rojas con la esfinge del Che, y hasta una enseña yanki con una moto grabada. Se llegue o no a los 28.000 clientes que desea la organización, "esto ya marcha", como comentaba un comerciante de Esterri d'Áneu a primeras horas de la mañana.
Dicen que se han pegado un madrugón de muerte. Son tres muchachos de Logroño que han llegado a eso de las once para "ver el ambiente y a Deep Purple". Aún no han montado la tienda. Ni ellos, ni la cantidad de personal que no para de hablar del calor que hace; lo dicen con cara de sorpresa, de fastidio, completamente extrañados de que en verano haga calor. Uno que no tiene gorra se ha colocado la camiseta de Faith no More a guisa de turbante. Una muchacha "enmochilada" suelta una retahíla de tacos que ahorro al lector. Todo por culpa del pitido de su teléfono móvil. Maravillas de las tarjetas recargables, sin cuotas y sin compromisos, "sí, ahora mismo he llegado". Y lo cierto es que esta espectadora no es la única habitante del planeta celular que por aquí pasea: al sonar la melodía de aviso más de uno ha comprobado que el aparato llorón no fuera el suyo. Casi como en el puente aéreo, vamos.
Los primeros en pisar escenario, justo a mediodía, han sido Nunca Jamás. Unos cuantos cientos de espectadores se divierten con ellos, o simplemente se tumban en la hierba --poca y seca este año-- fumando algo. Tirando agua al personal, un músico informa a pleno micro: "Aquí arriba hace un calor que te cagas". Entre el público está Vanito, componente de Habana Abierta, quien sentencia con humor: "No hay para tanto: peor es en Cuba". Chévere.
Pau y Gabi son dos hermanos veinteañeros que se han juntado con un par de amigos. Su operativo doméstico consta de dos tiendas y un toldo, pero mientras muchos hacen la siesta ellos salen del supermercado con cara de cabreo. "Es que no hay hielo, tú. Nos han dicho que para comprar hielo se tiene que ir al pueblo". Pues vaya. Dicen que irán a lo deGarbage, el primer grupo importante del día. Poco después, alguien intenta acceder a zona de actuaciones lata en mano. Pecado ecológico donde los haya, que se soluciona cuando una chica de la organización le da un vaso de cartón de esos que no se astillan. 19 años, estudiante de química, es rubia bajo su gorra verde y reconoce que hoy no le han pasado el curro más divertido. En este festival trabajará unas 35 horas, y cobrará por todo 15.000 pesetas brutas. Pero entra gratis, y podrá a ver a The Cors. Asegura que el esfuerzo y el sudor se compensarán plenamente al cumplirse su deseo.
Y a todo eso, Garbage que se retrasan demasiado. En la espera, sabemos del robo de un talonario de abonos que estaban a la venta en un comercio de Sort. Los que sí cumplen con el horario son los chicos de Barricada. Su líder, el Drogas, canta exabruptos mientras el personal agita las greñas, suda cebada y corea todos y cada uno de sus grandes éxitos. Pero qué maldito calor: alguien debería decírselo a Bob Dylan, que --nos lo aseguraron desde la misma organización-- ha pedido nada menos que calefactores en el escenario para su actuación de esta tarde. Qué paradojas

 

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